martes, 12 de febrero de 2008

El abuelo de la actriz que salvó a judíos

Reconocimiento. En Jerusalén, los israelíes mantienen un museo del Holocausto en memoria de los seis millones de judíos asesinados por los nazis durante la II Guerra Mundial. La instalación incluye los nombres de un ingente número de no judíos - los llamados Justos entre las Naciones- que salvaron, con gran riesgo de su vida, a miles de conciudadanos judíos. Entre ellos se encuentran unos cónsules españoles, destacados en las capitales balcánicas.

Ahora se ha descubierto a otro de estos héroes: Eduardo Propper de Callejón, quien facilitó la huida de miles de judíos de la Francia ocupada a través de España. Se trata del abuelo de la conocida actriz inglesa Helena Bonham-Carter (Londres, 1966), estrella de la recién estrenada Sweeny Todd. El barbero diabólico de la calle Fleet, la última película de Tim Burton, y que está rodando actualmente otra entrega de la serie Harry Potter.

La extraña historia de este salvador anónimo, de la que da cuenta esta semana una revista judía de Londres, comienza cuando Propper, primer secretario de la embajada de España en París, se encontraba en Burdeos en aquellos nefastos días del verano de 1940. La ciudad era un hervidero. Estaba llena de personas que huían de los nazis; entre ellos, miles de judíos franceses y de otros países, que se habían creído a salvo del terror sañudo de Hitler.

Propper de Callejón tenía consigo a su hermana -casada con un coronel inglés, padre del hoy periodista y escritor Alan Pryce-Jones- y a su cuñada, esposa de un familiar de los Rothschild. Con él estaban también su esposa y dos hijos, Felipe y Elena -ella con cinco años- y madre de Helena Bonham-Carter.

La razón de que Eduardo Propper estuviera en Burdeos se debía a que el cuerpo diplomático había huido desde París, junto al Gobierno francés, cuando las divisiones de panzers alemanas alcanzaron la capital del Sena. Entonces el Gobierno pidió a Félix de Lequerica, al frente de la embajada de España, que negociase un alto del fuego. Mientras el diplomático hacía las gestiones, ordenó a su primer secretario que se hiciera cargo de los asuntos menos comprometidos de la embajada.

Al ver que las cosas se ponían cada vez más feas, el jefe de la policía de Burdeos llamó a Eduardo para pedirle ayuda. Quería disolver las masas de gentes que se habían reunido a la puerta del consulado de España en busca de un visado, pues el cónsul ya no estaba en despacho.

Lequerica le dijo a Propper que tenía luz verde, y le recordó que España no podía en este caso hacer menos que Portugal, cuyo cónsul, Aristides Mendes de Sousa, distribuía visados a mansalva. De modo que el abuelo de la actriz abrió el consulado, se quitó la chaqueta durante aquellos tórridos días de junio y se puso a trabajar. Fueron tres jornadas frenéticas, con noches en vela. Eduardo, sabedor de que el tiempo jugaba en contra, extendió miles de salvoconductos a refugiados, muchos de ellos judíos, que los necesitaban para pasar por España, camino del vecino Portugal. Terminaba agotado. Sus dos hijos recuerdan cómo su madre le aplicaba compresas de agua fría después de tanto estampillar y firmar visados.

Por algún motivo oscuro, el registro de los que recibieron los visados se perdió. Así que tras la muerte, en 1972, de Eduardo Propper de Callejón, cuando su hijo Felipe propuso a Yad Va-Shem que incluyera la conmemoración de los Justos entre las Naciones y honrara de ese modo la memoria de su padre, no fue posible encontrar testimonio alguno de su actuación a favor de tanta gente en peligro. Incluso se ha llegado a especular con la idea de que la administración española, deseosa de tener la aprobación de la Alemania hitleriana, hiciera desaparecer el registro. De lo que sí ha quedado constancias en los archivos es de la mala impresión recibida en Madrid por la conducta de este diplomático al extender tantos visados.

Hace unos años, el hijo de del héroe Eduardo logró contactar con el archiduque Otto de Habsburgo, pretendiente al trono austro-húngaro, a quien el español había facilitado la huida por la frontera. El archiduque, ya con 93 años, la baronesa Liliane de Rothschild, cuñada del diplomático, y otros muchos agradecidos, se atrevieron a dar testimonio de la hazaña heroica y humanitaria del diplomático y más tarde embajador de España.

La de Eduardo Propper, con razon, es la historia de los llamados Justos entre las Naciones.

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